divendres, 13 de febrer del 2009

El mito del turismo en Orpesa

Por repetir el tópico de Vila turística y marinera a nadie le da en pensar que hubo alguna vez una industria pesquera en Orpesa. Cierto es, que los que pasamos del medio siglo de edad recordamos la entrañable barca del cafeter saliendo a faenar desde la misma arena de la playa de la Conxa donde varaba, pues ni puerto había por entonces, y cierto es que salvo esa familia y los ocasionales pescadores de caña o al rall la población de Orpesa siempre vivió de espaldas al mar entregada a la agricultura.
Va para algo más de 40 años que empezó el fenómeno del turismo, o como quiera llamarse, pues primero se trataba de veraneantes, luego de visitantes en temporada mensual Junio- septiembre, finalmente Quincenas para acabar en compradores de 2ª residencia con llegada en Semana Santa y demás puentes laborales de guardar.
El apellido “del Mar” en la forma castellana de topónimo nos vino por tren pues fue necesidad de diferenciar estaciones de ferrocarril con idéntico nombre en Castelló y Toledo que no por causa de motivar el turismo playero y en aquella época dorada del turismo en España nuestra Orpesa se definía simplemente como Costa de Azahar por el predominio del naranjo sobre cualquier otro referente de marca-reclamo.

Años dorados de incipiente turismo real de europeos franceses-ingleses-alemanes con dos núcleos, bien definidos y complementarios entre sí, de saneado negocio: la playa y el pueblo. El turismo siempre fue percibido como una temporal fuente complementaria de ingresos más que un fin en sí mismo. La venta de cosecha al por menor con el capazo sobre una silla a la puerta de casa, el apartamento o bungalow para alquilar, el pluriempleo de camarero en terrazas o el sumergirse entre la masa humana forastera con la posibilidad de gozar de boites o discó Teques en la propia Vila sin necesidad de viajar fuera fue de lo poco con lo que la Orpesa de entonces se dedicaba al turismo, el cual parecía ser un fenómeno espontáneo y con vida propia.

Casi ningún Hotel o de muy pocas estrellas, casi ningún negocio creado o en manos de los propios habitantes, casi ningún medio de acceso a Orpesa fuera de la libre circulación a voluntad y con los propios medios del visitante el cual, por otra parte, solía ser fiel a la cita todos los años a pesar de todas las incomodidades y carencias gratificado fuertemente por las condiciones naturales de paisaje y playas, quizás también del encanto de la pandilla, el cine de verano, los guateques etc.

Mientras Benicàssim con mayor fuerza demográfica se decantaba por la fuerza de los hechos hacia el tradicional lugar de 2ª residencia para el próximo Castelló, Orpesa sin saber bien el porqué evolucionaba hacia algo parecido pero con fuerte componente de los más lejanos Madrid y València. Lejos de los circuitos de turismo con sus rotaciones, tour operadores, paquetes cerrados y movimientos de masas por avión fue inevitable que, entre nosotros, turismo fuera sinónimo de hostelería pues la componente familiar del consumo, entre residentes temporales fuera en campings o en casa propia o alquilada, se basaba en aperitivos, comidas, helados, y pequeñas compras.
Apareció entonces el factor inmobiliario como respuesta a dos necesidades: una aumentar el parque de viviendas a disposición de los “turistas”, dos: rentabilizar el turismo dando ocupación invernal en la construcción que ayudaba en mucho al factor temporero de las tareas agrícolas y permitía además absorber una mayor cantidad de mano de obra.
Ahora turismo es sinónimo de construcción inmobiliaria más que de hostelería y por la fuerza de su peso, Orpesa emprendió un camino sin retorno por el cual hablando de turismo con grandilocuentes frases de “romper la estacionalidad” “búsqueda de calidad” “ser un referente” “captar más visitantes” etc. etc. El desiderátum urbanístico nos tapó la silueta y el promontorio de la Torre del Rei, el Plus Ultra nos llegó bajo el eufemismo de “ciudad de vacaciones” y los PAI que convierten todo el suelo municipal en asfalto, el Non Plus Ultra vendrá de los millones de m2 del Mundo Ilusión-Golf y después… Pues la cosa sigue igual que antes, es decir, no hay vialidad de los negocios fuera de temporada; la temporada es cada vez más magra (nadie está de vacaciones todo el año)y el poder adquisitivo del turista depende más de su voluntad y capacidad de gasto que del video promocional o el stand anual de Fitur donde el ayuntamiento se empeña en captar visitantes como si fuera esa su única tarea principal.

Estamos como al principio solo que con mayor número de mano de obra importada para la coyuntura, con un elevadísimo esfuerzo inversor municipal en socorristas, eventos, playas, paseos, desaladoras y depuradoras que nos tienen en régimen campamental de obra continua inacabable. Banderas azules y de Q calidad”, “Sol y Playa” como siempre pero con aforo de sombrillas y en la actual crisis mundial aquí no hay expedientes de regulación de empleo, simplemente no se contrata nada ni a nadie mientras todos quedamos a la espera de un aeropuerto prometido como una respuesta de la que no se sabe cual solución balsámica será para una población que en medio siglo de turismo no ha conseguido más de lo que se ve la mayor parte del año.
En todas partes cuecen habas de obcecarse en el auto engaño de querer obligar a una ciudad a definirse como dependiente del mono cultivo turístico y antes que después habrá que abrir la ventana de la diversificación que la realidad y la lógica demanda para tener alguna vida económica propia sin depender del exterior absolutamente para todo. El reto nunca ha sido traer más gente ni construir más casas o disponer de más solares, siempre fue el conseguir una ciudad residencial que permitiera a los negocios abrir todo el año y retroalimentarse económicamente la ciudad a si misma por su propio dinamismo. Pedro Ruiz Palomero

3 comentaris:

  1. Pedro:
    Como siempre me encantan tus escritos por la forma que tienes de utilizar el lenguaje.
    Este escrito concretamente me produce nostalgia de los años de mi juventud, cunado estaba el bar de "calen " con aquellas mesas y sillas en la calle, las noches a la fresca con todos el grupo de vecinos de la calle y familiares que acudían despues de cenar y por la tarde cuando se iba el sol, el paso de los turistas con la chauetita finita al hombro para ir al cine de verano.....
    Que mas me hubiera gustado ver que el bar de "calen " se hubiera convertido en un gran restaurante-cafetería..., donde ahora hay un banco; que en vez de no haber ningún cine hubiera varios o al menos un salon multifinciones, que por las noches de verano siguieramos juntándonos en la puerta de las casas.

    Pedro, nos hacemos mayores y ésto cada día es tan diferente que en realidad es otro pueblo.
    Saludos.

    ResponElimina
  2. Pedro Ruiz descriu en aquest escrit una forma d’entendre Orpesa, des de la lògica i el sentit comú. Son molts els veïns de la nostra població que compartim aquesta visió. La llàstima es que durant massa anys s’ha buscat els diners fàcils, emmascarant el turisme en la realitat de Orpesa, que es només vendre apartaments.

    ResponElimina
  3. una visión muy acertada, la realidad es así.

    ResponElimina